· En una entrevista al arzobispo Rino Fisichella en el aniversario de la Veritatis splendor ·
7 de Agosto de 2018
Respondiendo a las preguntas de Amedeo Lomonaco, el presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización explica que aquellos que critican al Pontífice haciendo referencia al documento del Papa Wojtyla del 6 de agosto de 1993 no son fieles a la tradición de la Iglesia. «Debemos reiterar, en cambio -advierte el prelado- cuánta continuidad hay en el desarrollo. Creo, sin embargo, que también es importante leer cuidadosamente toda la enseñanza del Papa Francisco y no solo una intervención: el mosaico viene dado por la totalidad de las teselas, no por una sola tesela». En cualquier caso, agrega, «creo que no hay necesidad de desafiar las enseñanzas del Papa Francisco a la luz del magisterio anterior».
Veritatis splendor -aclara el arzobispo Fisichella- reflexiona sobre cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia y explica sus razones al fundarla «en las Sagradas Escrituras y en la viva tradición apostólica». En consecuencia, «cuando hablamos de la verdad, siempre debemos tener un concepto dinámico de ella. La verdad no es una dimensión fija. La verdad, para los cristianos, es sobre todo esa palabra viva que el Señor nos ha dejado. No olvidemos a Jesús que dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Por lo tanto, la dimensión de la verdad se abre a un encuentro personal: es la verdad del Evangelio, representada por la persona de Cristo. Todo aquello que es el contenido que Jesús quiso transmitir a sus discípulos y que proviene de los apóstoles para nosotros, es una verdad que se abre cada vez más a un descubrimiento del misterio que se ha revelado».
Por lo tanto, «hay algunos puntos fundamentales que permanecen como hitos en la enseñanza dogmática y moral de la Iglesia», o «elementos que permanecen en su inmutabilidad»; pero después «todo esto requiere de los teólogos -como también apoya la encíclica Veritatis splendor– una gran obra de interpretación. La norma inmutable se basa en la verdad del Evangelio. Ese principio de instancia que se inserta permanece en su validez, en su criterio de juicio que, sin embargo, debe abrirse continuamente mediante el descubrimiento de la verdad de la palabra de Dios». Aquí, entonces, está el por qué, es la conclusión, «la Iglesia Católica no puede aceptar una idea de la verdad cerrada en sí misma. La verdad se refiere a la fidelidad y la libertad».
de l’Osservatore Romano